No podía creer lo que estaba viendo y viviendo.
Sin hablar tan siquiera, mis pensamientos y emociones me obligaban a detenerme para recobrar el aliento.
Un nombre venía constantemente a mi cabeza loca, Hemingway.
Daba un paso y retrocedía medio, pero nada ni nadie podía detenerme. Habían sido muchos dias sin para de caminar, atravesando selva y desierto para enfrentarme a aquel último tramo que me llevaría a ellas, a Las nieves eternas del Kilimanjaro, ya estaba cerca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
no te cortes