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diciembre 29, 2013

UNA REALIDAD BIPOLAR Cap.3 Primera depresión

Jamás en mi vida pensé que se podía sufrir tanto.... tanto.
Mis terapeutas no ponían muy buena cara cuando, ya pasado todo, les decía que jamás pasaría otra depresión más. Nunca, lo juro. Prefiero morir.
Comenzó con un sentimiento de abatimiento que no lograba entender. Al verlo tan tan claro dios/punset y el doctor chiflado de Plumed, vi lógico ponerme en manos "profesionales", incauto de mi.
Así a modo de adelanto os diré que, durante el tiempo que duré como paciente de Plumita, jamás me habló de la Asociación Valencia del Trastorno Bipolat (AVTB), ni de que el hospital de la Fe de Valencia, es la unidad nacional de referencia sobre el trastorno bipolar. De esta manera se aseguraba esos 70€ cada media hora de ir quitándome la vida. Pronto te llegará Javier... Plumita.
No quería ver a nadie, ni que nadie me viese así. Pasaba los dias viendo películas online en mi ordenador, desde mi cama, mi lecho de muerte.
Sometido dia a dia a las mismas preguntas, a los mismos consejos perdidos en el fodo de ese saco roto en que se había convertido mi mente. La intención era buena, sin duda, más el efecto nulo absoluto y absurdo al tiempo.
Lento progreso mes trás mes, progreso de ciencia, pero ficción, de medicamentos, pero sin psicoeducación, engaño y juego de muerte al tiempo, desde la impunidad y el poder de un título médico, sin humanidad, inmerecido. Castigador y no sanador, film transparente de protección y profilacsis.
Y yo, confiando, iba pasando las horas, los dias, los meses. Medio año de mi vida postrado en una cama, maquillado y con sonrisa forzada ante el "te veo mejor", " tienes buen aspecto". Y una puta mierda, la procesión iba por dentro con bombo y platillo.
Había algo que me torturaba, y es que no podía llorar. Litros y litros de agua por mi garganta debido a la sal de Litio, y las lágrimas como avergonzadas de mi, se escondían. Ojalá hubiese podido llorar, ojala un grito desgarrador hubiese salido de mi garganta dando muestra de mi sufrimiento.
Coraza de químicos que me anulaba por completo. Que me mantenía en otro plano distinto a los demás, como trás cincuenta gruesos cristales, trás los cuales veía pasar la realidad, el dia a dia de los demás.
Era ese terror a lo que se había convertido mi vida, lo que me llevaba a pensar cada minuto en quitarme la vida, ya no la quería, no era mia, no era yo.
Como a un bulto inerte me llevaban a valencia a casa de mi hermano a pasar el fin de semana. Horas frente la caja tonta viendo cosas que odiaba, deseando llegar a mi lecho de muerte pintado de rosa pastel, donde el tiempo pasaba sin darme cuenta, una semana más, un mes más.
Cada dos semanas visita al farsante, cada dos semanas mi hermano y yo pidiendo ayuda psicológica, cada dos semanas vuelta a casa sin nada, más que una leve modificación en la medicación.
A medida que los antipsicóticos se retiraban de escena, yo iba levantando el vuelo, timido, sin fuerza ni equilibrio, con el ala rota y el alma machacada y dopada.
Muy pocos amigos vinieron a verme durante aquellos meses de prisión a merced de la cápsulas.
Satán aun coleaba, hasta me llevo, textualmente de la manita para no caerme, a un par de conciertos, uno de Extremoduro y otro del Bicho, no se aun en que estaba pensando mi familia.
Un baile de disfraces en fiestas del pueblo, cargado de verguenza e inseguridad. Algunas horas en el gimnasio. Y, muy poco a poco, me incorporé al trabajo, convaleciente, y carente de conciencia de enferrmedad. De nuevo un millón de gracias Javier Plumed, gracias desgraciado.

Mi colega Tito me recogía en casa de mis padres y me llevaba a Ezcaray a casa Rulo y Moreno.
Dopado hasta las cejas me metía ostia trás ostia con mi tabla de snow, comenzaba a ser feliz.
Pasaba las noches haciendo radio gracias a Kass y Peri, y a su gran proyecto Radi Dadidu.


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